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6 de mayo de 2014

El último vagón del tren

La ilusión viaja en tranvía. Buñuel

El amor no solamente se halla en el cuerpo mismo, sino que es la imagen o reflejo de la belleza espiritual, el romance es un fenómeno visual; no es la inteligencia, la cultura, la  educación o los propios huesos, es algo más allá.

Luego de una jornada escolar medianamente pesada, despreciando el paso de una mañana más en su haber, Julio continúa su marcha marcada por la rutina que iba cavando de a poco la tumba de sus ilusiones en cada paso, hacia el túnel suburbano que con frecuencia usaba para llegar a su otro fiel destino.

Era uno de esos sábados que no sabían a nuevo, a excepción de sus zapatos. Preparado para finalizar la semana llena de pendientes y fantasmas administrativos, que una noche antes, habían invadido varias horas de su valioso descanso. 

Mientras esperaba la línea que lo llevaría hacia su estático asiento ortopédico, pensaba las horas que le restaban para volver a ser libre, con toda la paciencia del mundo, esperaba la  llegada del tren, con una expresión monocromática  buscaba con la mirada rostros atractivos con sigilo de no ser descubierto, pareciera que nunca se daba a vasto en decepcionarse.

Pero ese día fue diferente, algo pasó en donde siempre aguardaba la llegada del último vagón, aunque su puesto y su porte demostraran lo contrario, Julio siempre fue tímido en el fondo. Sintió la mirada constante y lasciva de un desconocido, le tomó un rato en responderle, luego de varios intentos, por fin llegó a los ojos de aquel pasajero que se mostraba interesado en la silueta esbelta de Julio, al verlo su cuerpo reaccionó como si hubiera visto a alguien conocido, ruborizado por el atrevimiento, regresó la mirada hacia los anuncios de la estación, intentó actuar como si no hubiera sentido el temblor, pero entre el ojo y el garabato percibía la frecuencia del mismo acto que lo hacía regresar a la publicidad de los paseos turísticos de la ciudad varias veces.

¡Qué idiota me he de ver! –Pensó- agarró valor al aire y regresó a mirar al sujeto, pero esta vez con la intención de ganar la partida, satisfecho por la victoria una sonrisa inusual le regaló. Cuando el tren llegó no le quedó de otra que dirigirse delante de él, el rubio le cedió el paso a una señora que llevaba enormes bolsas, de los nervios Julio lo empujó al entrar al vagón –perdón- dijo avergonzado en casi posición fetal, -no te preocupes- acto seguido de un gesto parecido a un guiño.

Ya dentro, Julio se escondió atrás de una plática de dos amigas, con toda la intención de ser descubierto fácilmente por el sujeto que aceleraba su pulso involuntariamente.
Continuaron con  el mismo juego ridículo de las miradas, cada quien en su esquina con su pena, por primera vez sintió que su tez morena le traicionaba al no poder ocultar el rojo de sus mejillas, ni el mismo se pudo explicar de dónde sacó el valor para sonreírle, logrando el mismo efecto en aquella piel clara, pero con más intensidad.

Con movimientos torpes y malabares intentaba tomar agua, pero con esa mirada acechando sus actos, su motricidad se veía torpe y primeriza. Para su mala suerte estaba a pocos minutos de perder su bono de puntualidad, su fatalidad lo llevó a bajar en la siguiente estación, la que le correspondía.

La falta de credibilidad de su atractivo lo llevó a pensar que no pasaría de un conqueteo más, pues pareciera que tiene un pleito casado con la felicidad. Con movimientos forzados se dirigía poco a poco hacia la puerta para salir, con su mirada despedía al bello rubio de estatura promedio, mientras él veía con atención hacia la nada.

Antes de bajarse, los ojos azules se percataron de la inminente partida de Julio, él lo despidió con una mueca que expresaba inconformidad con sus labios, a pesar de las señales de humo que emanaba su delgada fisionomía por todo el vagón, Julio seguía sin creer que su sentimiento era correspondido.

Cuando bajó el único que lo acompañó al salir, fue una sensación parecida a la decepción combinada con frustración, al anunciar el cierre de las puertas Julio sintió una desilusión, culpó a sus convicciones y arremetió contra su racio-simio. El tren se iba junto con su encuentro ya no tan fortuito y sus miradas se volvieron paralelas una vez más.

 Unos metros después de que el tren se perdiera ante la vista de Julio, cabizbajo pateando rocas, desquitaba su derrota con su trabajo, después de todo hubiera llegado tarde –pensó en voz alta-, al menos no me descontarán el día. –se consolaba mientras suspiraba.-

Algunas cuadras previas a su trabajo, pensaba en el rostro de ese hombre sin nombre, pensaba en sus abundantes cejas doradas, en cuales podría haber sido sus miedos, en sus escasas pestañas, en lo que hacía en sus ratos libres, en su prominente nariz, en lo que hacía para ganarse la vida.

El efecto de su gran deseo por un amor de best seller lo hacía imaginar en su primera cita con aquel sujeto con aspecto desaliñado, pensaba en sus apellidos, si fuma o hace ejercicio, fantaseaba como serían sus padres y como se veía al dormir después del sexo. Entre más caminaba más barata y cursi hacia su novela, la culpa la tiene su abuela, por haberlo dejado ver tanta televisión en las tardes, después de la escuela, cuando era niño.

Con un cigarro mentolado lo despedía antes de checar su hora de entrada, recreó por última vez sus manos, en el volumen de su cuerpo, irónicamente sonrió y así lo dejó ir mientras pensaba en lo común e irrelevante de su historia. 








Now it can join the buses and planes and the trains. In the garbage heap of memories at the back of my brian...

1 comentario:

  1. ay amigo casi las misma historia que me paso a mi :D, muy buena, interesante awww

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