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6 de octubre de 2011

Entre tu espalda y la pared


Porque si tu quisieras encontraría tus lágrimas inclusive en el fondo del mar, sería tu libre esclavo, ese que te recordaría que la vida no es solo caminar besarse y platicar, volar, soñar e inventar nuevos lugares es mi profesión y mi deseo compartirlo con su corazón.




Solo tú y yo sabemos lo que la gente ignora con un simple abrazo cordial, que invita a darle la bienvenida a un día normalmente diferente. Porque nadie sospecharía el mar que esconden tus gestos. Ni cuanto cariño puede destilar una sonrisa compartida. Solo tú y yo sabemos porque mi boca miente, imaginando y relatándole a las estrellas lo fugaz y lejano que tu nombre representa.
Debo confesar que algunas veces me duelen los labios hasta sangrar por el beso imaginario que recreo en el éxtasis de compartir miradas.


Solo tú y yo sabemos que existe una simiente, germinando en la sombra de este surco vacío, lleno de inconsistencias  pero uno que otro buen augurio, eso se lo dejo a la conspiración de los días, porque su flor profunda no se ve, no huele pero si siente.

Las dos orillas que se encuentran en esquina con mi felicidad a un costado de tus abrazos, las separa la corriente de un río seco, pero por debajo del agua se unen en secreto,
Solo tú y yo sabemos que hay recuerdos que son tan vívidos, que te despiertan la misma emoción una y otra vez.

Por eso escribí estas palabras, para nombrar mi primera reacción, cuando recordé y volví a ser niño, y me reencontré con la luz de día dejando a mis ojos sentir.
En una cortina me recargo y junto a la ventana que empaño y siempre dibujo un cuatro en rayas que siempre empato. Cuando todos duermen yo comienzo mi vuelo de cada anochecer, las nubes se parecen a tu encanto, a esa candidez de niño interpretadas por un hombre.

La realidad aguarda un paso por mi calle, cuando el sol se reúsa a seguir durmiendo y se levanta en armas, sus cabellos naranjas chocan con mis pupilas, y de un sentón me recuerda en lo prohibido de mi viaje, odiando tanto estar despierto pero a la vez aliviado.

Ni los historiadores sospechan de nuestras anécdotas, quizá alguno que otro fisgón se dio cuenta de la fiesta que armamos tras cada pisada junto a los edificios que día con día alimentan argumentos sedientos de superación en aquel lugar en donde el agua es azul y sus árboles dorados son. Comienzo a sospechar que tal vez algunos pichones notaron la prueba viviente de la ley del magneto y por feas que se vean, educadas son y vuelan para dar paso a la intimidad que acompañan los pastos tan verdes como la misma vida de la historia ahí presente.

Y de regreso caras jóvenes, ajenas e indiferentes son cómplices de uno que otro suspiro que arranca el aire y el recuerdo incierto de la tarde.
Ya en mi casa de papel (nota: porque es del corazón) con los ojos abiertos en el sillón me siento a adivinar sonidos que corten de tajo tu voz, para poder creer que aún queda la mitad del día, pero si te soy sincero pocas veces puedo lograrlo.

Verte pasar de lejos entre mis otros recuerdos fortuitos solo es parte del gran archivo que engalana lo prohibido. Esa memoria de tu andar, tu piel que algunas veces confundo con los rayitos de sol y el pelo renegado a moverse a consecuencia del viento es directamente proporcional a  siempre querer imitar a una gran ola de agua dulce con la boca, Imponente pero débil en su construcción

Ésta cabecita desenfrenada que discute con mis terminaciones nerviosas al invocarte en una serie de palabras que adornan una que otra mueca que alude felicidad, es solo una parte del diálogo que siempre termina en caos. Ahora que lo pienso sería interesante saber lo que resultaría de un acuerdo imparcial y justo. 

Coses cada una de mis aberturas sin querer,  profetizas las ganas de tener un día de suerte al encontrarse con usted, un pobre corazón solo puede ofrecer un gran cariño, el alma por su parte se niega a partirse nuevamente en dos, actos contradictorios de la cotidianeidad o quizá solo el diablo experimenta conmigo sabiendo que no caerá.

Pero el cuerpo por su parte se siente abandonado, porque en lo imposible de tu verbo sin conjugar todo lo demás se llevó, regresa pero no es el mismo, el alma desconoce a su cuerpo y peleados pasan horas hasta llegar la noche conciliando el sueño y reconciliándose, listos para emprender el vuelo una y otra vez mientras haya combustible.

A estas alturas del partido, no se bien que es todo esto que invade mi sistema inmunológico y mi musa en forma de malas noticias me ha hecho saber que no será poco tiempo mi estado a la deriva.
 Tal vez y solo tal vez  mi sed que hace que siempre termine confundiendo espejismos que saben bien pero no se digieren. 

Eres alto y flaco como un poste de luz eléctrica. Y no es coincidencia, porque a tu paso todo se ilumina. O tal vez es mi corazón,  que organiza un carnaval pirotécnico para celebrar que tú existes.
Cada día, cuando  pasas, en el barrio se celebra el natalicio del “Suspiro”

¡Ay, mi Don Quijote!¡Quién fuera tu Dulcinea!

¿Qué molinos de viento vas a atacar con tu lanza? ¿Qué doncella en peligro vas a defender con tu espada?


Don Quijote y yo tenemos los mismos embrollos, al parecer a él y a mí nos regalaron un corazón más grande que a los demás. Nos gusta tal vez el drama si saberlo de ante mano.
La intuición me arraiga a ti de algún modo, es la única garantía que tengo, por ahora no me queda más que imitar a Platón y admirar y apreciar cada defecto vislumbrando virtudes como lo hacía con Sócrates, en el balcón azul me sentaré todos los días a esperar a estar un poquito más cuerdo y así entonces esperar esa respuesta, solo espero que el bombardeo no cause daños colaterales de más.


Al repasar todo este puño de ideas sin coherencia me he encontrado con algo muy importante que ha venido a revolucionar y alborotar toda esa bola de mariposas que no pagan renta en mis entrañas. Y esa es que he aprendido una nueva ley universal de la física; A todo murmullo siempre le corresponde un suspiro. Y como no hacerlo si entre la espada, tu espalda y la pared me encuentro como un eterno soñador siento que estoy preso, porque aunque nunca le -el otro él- engañé en pensamientos no te imaginas lo infiel que he sido.

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